A veces volves como un rayo. Y me olvido.
Penetrás en mi tierra seca como si fueses agua de lluvia.
Mis pensamientos entran en el núcleo de tu boca deseosa de comerne.
Y antes de pensar en vos, siempre siento olor a ozono. Como si se estuviese acercando una enorme tormenta.
El destino hizo que él quiera escucharme. Ya no hay sadismo. Hay amor, simplemente.
Dejo mi cuerpo tendido en su cama, y me propongo soñar.
El, atento, se inclina ante mi y ofrece su cuerpo como escudo ante el dolor y la ansiedad. Se tira como un guerrero ante el campo de batalla.
Y pienso, que quizás a el lo quiero de distinta manera.
Pero que pena que todavía sigas siendo mi amor.
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