domingo, mayo 27
Esto es el amor
Iba a extrañar esa ciudad y todo lo que la conformaba. Los cafés, las calles angostas, las avenidas,la gente, los autos, los carteles, mis amigos, mis vecinos; pero tenía tanto miedo de no extrañar mi casa que repensé miles de veces en la posibilidad de no hacerlo. Me asustaba irme sin al menos despedir en mi mente los rincones de ella.
Nunca había considerado algo tan difícil, pero ahí estaba yo, desprotegida por primera vez. Era como una cría sin su madre, o un pichón sin nido. Probablemente me veía como las dos cosas al mismo tiempo.
Crucé la puerta de calle y algo (que creo que lo llaman nostalgia) me invadió y no supe por qué en ese momento, por qué esa fuerza vino tan velozmente. Recordé cada momento que había pasado en ese lugar, y ahora todo tenía otro olor al que usualmente solía tener.
Recordar la protección, y la sensación de satisfacción me hicieron pensar sobre algo que antes tenía y ahora me estaba faltando: una casa. Y era así, tan crudo como se veía: me estaba yendo del lugar que me había alimentado durante años, décadas, y el tiempo había pasado tan rápido que ni siquiera tuve tiempo de pararme y mirar donde estaba.
Era de noche (hora de irme), y fue entonces donde abandoné los cafés, las calles angostas, las avenidas, la gente, los autos, los carteles, mis amigos, mis vecinos; mi casa. Estaba yéndome a otra ciudad, y quien sabe si más linda o más fea, más sucia o más limpia. Y estaba acá el problema de todo esto. Estaba yéndome de mi conformidad para sumergirme en lo extraño, y todo esto me asustaba.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario